marzo 27, 2012

Albert Einstein: Un Hombre de su Tiempo (Parte III)
Adaptado del Libro Albert Einstein: Vida, Obra y Filosofía de Jacques Merleau Ponty

Presentamos la tercera entrega del recuento de los hechos en la vida del gran Einstein. Su vida en Berna - Suiza.

Berna
Así pues, en Junio de 1902 la cuestión del empleo estaba arreglada, y desde Enero de 1903 Albert y Mileva podían vivir juntos abiertamente. La importancia de esta transformación no es puramente social. Gracias a ella, Einstein gozaba de unas condiciones aceptables para dedicarse a  realizar un gran proyecto científico, lo que efectivamente hizo: dos años después, los observadores más perspicaces pudieron apreciar que la gran obra ya estaba más que esbozada.

Albert Einstein a los 25 años
Albert Einstein tiene en estos momentos veinticuatro años; uno de sus alumnos de clases particulares, Lucien Chavan, de Nyon, ingeniero de las PIT, le describía así su altura es de 1,76m; es ancho de hombros; ligeramente inclinado hacia adelante; su cabeza es grande; su tez morena; es clara y mate; un delgado bigote negro adorna su boca sensual; su nariz es ligeramente aquilina; su mirada es profunda y tierna; su voz es cautivadora; habla correctamente francés con un ligero acento.

Einstein no ha escogido el oficio al que se dedica, pero se adapta a él bastante bien. No es una tarea fácil, requiere mucha dedicación y a veces en el examen de los proyectos a patentar exige serios esfuerzos; pero todos ven que aprende de prisa y lo que le podría disgustar es tal vez la monotonía del trabajo, ya que las relaciones profesionales no plantean dificultad alguna; Einstein habla sobre todo con un acento de sincera simpatía del director Haller, que tuvo la inteligencia de colocarlo, por recomendación del padre de Marcel Grossmann, pese a su limitada preparación en materia técnica; no se manifiesta ninguna tensión entre Einstein y sus colegas de la Oficina, donde unos años más tarde entrara a trabajar su amigo Besso.

Las fuentes de que disponemos no son muy ricas en información sobre la vida familiar de Einstein. En una carta escrita a Besso poco después de casarse, se declara muy satisfecho por la cocina de Mileva; tal vez ella no posea todas las cualidades exigidas a una buena ama de casa suizo – alemana, pero recibe de buen grado a los amigos de su marido y tiene los conocimientos necesarios para participar de las discusiones y tomar en algunas investigaciones.

De este primer matrimonio de Einstein nacerán dos hijos: Hans Albert, el 14 de mayo de 1904, que permanece con su madre en Zúrich cuando su padre se va a Berlín, será como el alumno de ETH, y se casara en Zúrich antes de emigrar en 1938 a California, donde terminara su carrera como profesor de ingeniería en la universidad de Berkeley.

Edoaurd, nacido el 28 de Julio de 1910, tendría un triste destino; aquejado de demencia precoz, permaneció también con su madre en Zúrich, donde murió a los cincuenta y cinco años en un hospital psiquiátrico.

Cualquiera que sea el interés con que se dedica a su trabajo y la ayuda que procura a Mileva para cuidar a sus hijos (quienes le visitan le describen meciendo a uno de ellos mientras discuten con el), en adelante la principal preocupación de Einstein será trabajar en la comprensión del mundo natural; ello le lleva no solo a precisar y profundizar las investigaciones sobre diversos problemas de la física que ha abordado, con cierto desorden, en los años anteriores, sino también que es necesario también informarse infatigablemente sobre los grandes problemas de la ciencia de la naturaleza que agitan a los pensadores del momento; su celo es tal que arrastra a varios amigos en un amplio programa de información y reflexión.

Ya hemos mencionado su encuentro con Maurice Solovine en 1902, quien de ser su alumno ha pasado a ser su amigo, testigo de su boda, y compañero de  ruta del nuevo sabio, así como Corad Habicht, un compañero de estudios de Schaffhausen; los tres juntos fundan la “academia  Olimpia”.

A Einstein, siempre dispuesto a usar el humor contra las tentaciones del orgullo (quizá la forma mas insidiosa de lo “solamente personal”), le gusta hablar de esta academis con acento de estudiante lemosin (en una carta a Habcht, firma: “Presidente de la academia, A. caballero del cooxis”); pero la academis es un verdadero grupo de trabajo que se reune con regularidad por la noche en casa de uno u otro. Einstein siempre esta dispuesto a avivar el ardor de los “académicos “para leer y discutir en común las grandes obras clásicas o contemporáneas. Mucho mas tarde todavía, recordaban haber estudiado, entre otras, las obras de mach, el sistema lógico de Stuart Mill, el tratado de la naturaleza humana de Hume, los diálogos de Platón, la ciencia y la hipótesis de Poincaré, la memoria de Dedekind sobre los números, la ética de Spinoza y obras de Ampere, Perason, Riemann…

Pero la academia no se preocupaba tan solo de filosofía de la naturaleza o del conocimiento. Paul Habicht, hermano de Conrad, que les preparaba el café a los académicos, consiguió interesarles en problemas técnicos, de forma que los dos Einstein, Albert y Mileva, inventaron, junto con los dos Habicht, un aparato a medir tensiones eléctricas muy pequeñas, el “multiplicador Einstein – Habicht”, que fue objeto de dos publicaciones en la Physikalische Zeitschrift. Cuarenta y cinco años más tarde, Solvine y Habicht enviaron desde París, donde se habían reunido, una carta escrita con el estilo “académico” tradicional dirigida al “incomparable presidente”, quien respondió en el mismo tono.

En cualquier caso, lo que la historia debe recordar del episodio anterior es que, en el mismo momento en que estaba inmerso en las investigaciones físico – matemáticas mas precisas y originales, Einstein también se preocupaba por recurrir a las grandes obras filosóficas para profundizar y enriquecer su concepción del mundo y del conocimiento que por si sola, pensaba en el, podría dar su verdadero sentido a estas investigaciones. Por otra parte, Mileva y los “académicos” no eran los únicos interlocutores a quienes Einstein podía poner al corriente de sus reflexiones, ni los únicos capaces de seguirle; Michele Besso, llamado a la Oficina de patentes de Berna en 1904 al irse Conrad Habicht, fue para el un oyente precioso: En toda Europa no hubiera podido encontrar una mejor armonía”, dijo en cierta ocasión de él.

Al mismo tiempo que se va estabilizando su situación profesional y familiar-lo que sin duda no es casualidad- el curso heurística y creador de Einstein va perdiendo el paso turbulento que parecía llevar hasta entonces. Ahora, un proyecto se diseña, y ejecuta metódica y públicamente; otro se elabora en forma más secreta, siguiendo vías difíciles de seguir con exactitud; uno y otro acabaran en 1905 con la exhibición de unas obras maestras de las que, en opinión unánime de los expertos, la historia de las ciencias ofrece pocos ejemplos.

La primera vía es la de la termodinámica estadística, en aquella época la mas moderna de las teorías físicas; partiendo de cero, Einstein comienza a definir sus bases conceptuales y a construir su armazón matemático; es objeto de varios trabajos publicados en 1903 y 1904 (escritos, aparentemente, entre jornadas de trabajo en la Oficina de patentes, sesiones de música de cámara, reuniones nocturnas de la academis Olimpia y excursiones familiares a las montanas  Suizas.

Esta vía, llevara a la publicación, en 1905, de tres trabajos, dos de los cuales merecían la fama que el futuro les reservaba, en especial aquel donde, al interpretar las propiedades del “cuerpo negro” según su concepción de termodinámica estadística, Einstein proponía la hipótesis de los “cuantos de luz”.

Pero fue al final de la otra vía donde, de pronto, broto la maravilla, sobre la electrodinámica de los cuerpos en movimiento, donde se definen los fundamentos de una nueva teoría de apariencia totalmente desconcertante, ya que, sin proponerse el autor otro objetivo distinto de la ordenación lógica de la física recibida, implicaba una profunda transformación de los conceptos de  espacio y tiempo, sobre los que reposaba esta física, en detrimento de algunas aparentes evidencias dictadas por la “sensatez”. Era la llamada “teoría de la relatividad”, a lo que hay que añadir el adjetivo “restringida” (spezielle en alemán) habida cuenta de la extensión que Einstein le daría en los años siguientes.

Una obra literaria o artística que luego será proclamada genial por los siglos, lo mismo puede pasar desapercibida que suscitar, cuando aparece, si es muy original, reacciones capaces de hacerla celebre enseguida. Por razones evidentes, este no suele ser el caso de las obras científicas; para ellas la originalidad puede tener un efecto retardante (en la medida en la que la ciencia afectada este dominada en esa época por lo que Kuhn llama un “paradigma”).

Por tanto, no debe sorprendernos que, en los años que sucedieron a este annus mirabilis de 1905, la carrera de Einstein siguiera un curso lento y modesto que parece opuesto a la estatua que atribuimos al pensador. Su promoción, el 1 de Abril de 1906, el grado de experto de segunda clase en la Oficina de patentes, con sueldo de 4500 F, no debe nada a la teoría de la relatividad; es simplemente el resultado de la estima del director Haller, quien juzga que la experiencia adquirida por el interesado en materia técnica ha hecho de el uno de los mejores expertos de la casa.

Einstein no ha renunciado a la vía universitaria; ha defendido su tesis (es uno de los trabajos publicados en 1905, en la línea de la termodinámica estadística, sobre las dimensiones  moleculares) con Alfred Kleiner, en la universidad de Zúrich, y desea, siguiendo el curso normal en los países de lengua alemana, llegar a ser Privatdozent en una universidad. A pesar de que esta situación no hubiera tenido nada de particularmente brillante, ya que no hubiera comportado ninguna remuneración oficial, iba a encontrar muchas dificultades hasta conseguirlo.

Se le presento una ocasión cuando un profesor de física teórica recién nombrado en la universidad de Berna propuso crear una plaza para Einstein, quien para obtenerla debía presentar una “disertación de habilitación”: escogió nada menos que su memoria sobre la teoría de la relatividad, pero el reglamento exigía un manuscrito original y, por otra parte, el profesor de física experimental, al constatar que la física teórica atraía a pocos estudiantes, planteo ciertas dudas sobre la utilidad que tendría una enseñanza nueva en esta materia. En cuanto a la memoria, confesó no entenderla y la solicitud fue rechazada; decepcionado, Einstein le pregunto al fiel Grossmann si sabía de algún puesto para el en la enseñanza secundaria. Pese a todo, volvió a intentarlo en la universidad de Berna, presentando una nueva disertación de habilitación sobre la radiación del cuerpo negro cuyo texto no ha sido encontrado; por fin obtuvo la venia docena el 28 de Febrero de 1908, y entro sin ruido en la carrera académica.

Durante dos semestres (verano de 1908 e invierno de 1909) enseño en la universidad de Berna al mismo tiempo que continuaba con su trabajo en la Oficina de patentes, lo que le obligo atener unos horarios bastante particulares (de seis a siete o de siete a ocho de la mañana); el primer curso trato sobre el tema, clásico, de la teoría cinética del calor, el segundo sobre teoría de la radiación, un tema directamente ligado a su investigación. 

Los comentarios del profesor de física experimental no carecían de fundamento: el primer curso fue seguido por tres oyentes, entre ellos su amigo Besso y el antiguo alumno Lucien Chavan; el semestre siguiente, el número de oyentes se elevo hasta cuatro, sin contar los visitantes ocasionales, en particular Maja, la hermana de Einstein, que preparaba el doctorado en lenguas romances, siendo el tema de su tesis las canciones de gesta. (Un bedel a quien pregunto en que sala daba clase su hermano se quedo asombrado  de ver que una joven tan encantadora tuviese un hermano con un aspecto tan lamentable…). También se presento otro visitante de prestigio: Alfred Kleiner, quien probablemente pensaba llamar a Einstein a Zúrich; apreciaba sus cualidades como investigador, pero no quedo muy impresionado por sus dotes pedagógicas.

No obstante, la reputación de Einstein, que en la universidad de Berna sigue siendo modesta, no tarda en ir creciendo dentro del círculo más amplio de los físicos teóricos y matemáticos de lengua alemana; los primeros ecos vienen de Berlín, donde Max Planck ha comprendido inmediatamente la importancia de su memoria sobre la relatividad. Informa de ello a su asistente, Max von Laue, quien va a ver a Einstein en el verano de 1906: es el comienzo de una larga amistad entre el creador de la teoría de la relatividad y uno de sus primeros adeptos. En Breslau, un doctorando de Planck envía al principio de 1908 su tesis a Einstein, quien responde remitiéndole una copia de sus artículos; este envió provoca entre los físicos del centro un incendio relativista”” (expresión de C. Seelig) que enciende entre otros a Max Born (antes de convertirse el mismo en un físico famoso; un año más tarde conocería a Einstein, entablando con el también una amistad duradera).
En Munich, Arnold Sommerfeld, otra autoridad reconocida en física teórica, incluye desde 1907 la relatividad en el programa de sus cursos. 

Finalmente, en Gottingen, catedral de las matemáticas, Hermann Minkowski, que había sido profesor en la ETH, no solo comprende el interés de la nueva teoría sino que le da un impulso decisivo inventando el espacio-tiempo, que integra las medidas de tiempo y espacio en una sola geometría conforme a las hipótesis de la teoría de la relatividad. En Setiembre de 1908 mientras Einstein salía a la palestra para tres alumnos, Minkowski, tres meses antes que se lo llevara un ataque de apendicitis, causaba sensación en Colonia al exponer la expresión de su teoría.

Fuera de los países de lengua alemana y de Holanda, la reputación de Einstein era todavía modesta, sin embargo, enjuiciando las cosas fuera de la caverna, a la luz de las ideas, parece que debería haber encontrado en Francia al interlocutor ideal en la persona de Henry Poincaré. Por razones que seria muy largo explicar, Poncairé era efectivamente, entre todos los teóricos de la física matemática, quien tenía sobre los problemas fundamentales de la física su punto de vista, y en cierto modo el ángulo de ataque más próximo al de Einstein, quien por su parte tomaba muy en serio la ciencia y la hipótesis. Pero a pesar de la estima en que el gran matemático tenía al joven físico desde que lo conociera personalmente en 1911, siempre permaneció reservado sobre la teoría de la relatividad cuya conclusión no llegaría a ver.

No obstante, desde 1905 Einstein tuvo en Paris a algunos partidarios decididos: Paul Langevin y el pequeño grupo de estudiantes e investigadores que seguían sus enseñanzas en el College de France. Su ayudante, Edmond Bauer, encargado de examinar las revistas escritas en alemán, fue probablemente el primero que leyó en Francia el articulo Zur Elektrodynamik bewegter korper, y al final de su vida recordaba muy bien la impresión que le había producido, modestamente resumida así: “seguramente, esto le va a interesar a Langevin”. No se equivocaba: Langevin buscaba por entonces vías de síntesis entre la mecánica y el electromagnetismo, habiendo encontrado el concepto de inercia de la energía: enseguida comprendió que Einstein abría el camino hacia lo que el buscaba.

En cualquier caso, al principio de 1909, al menos en Zurich, las excepcionales cualidades del joven físico (tiene treinta años) aparecen ante los ojos de las personas informadas con una evidencia de la que dan testimonio las circunstancias de su nombramiento como profesor extraordinario en la universidad de Zurich, el 7 de Mayo de 1909.

Alfred Kleiner había conseguido que se creara una cátedra de profesor extraordinario de física teórica para la que le hubiera gustado nombrar a su ayudante Friedrich Adler, hijo del fundador de la social-democracia austriaca, muy comprometido ya entonces en la militancia política. Ahora bien, Adler, mas filosofo que físico, era un gran admirador de Mach y veía en Einstein y Hertz a los creadores de una nueva concepción de la mecánica; así pues, renunciando espontáneamente a su candidatura, que con toda probabilidad iba a salir adelante, desistió en favor de Einstein.

El destino de Adler fue bastante agitado, y su rival en Zúrich quizás tenia razón cuando le aconsejo dedicarse a la física y no a la política: encarcelado por el asesinato del primer Ministro de Austria, el conde Stürgkh, solicito que Einstein compareciera como testigo, mantuvo correspondencia con él. El testimonio no se produjo, pero Einstein concedió una entrevista a un periódico sobre los trabajos científicos de Adler, quien fue condenado a muerte, mas tarde indultado y finalmente liberado tras la revolución de 1919.

Por supuesto, el nombramiento de Einstein no fue tomado en Zúrich como un mal menor. En cualquier caso, el informe de kleiner no pudo ser más elogioso: confiesa que Einstein es uno de los físicos teóricos más importante del presente. En cambio, Einstein no consideraba a Kleiner un gran físico, pero en diversas cartas expresaba simpatía y respeto por sus cualidades humanas.

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