I. CREAR UN ESPACIO EN EL QUEHACER
DIARIO PARA EL CULTIVO INTELECTUAL.
En Roma de la Edad Media , un esclavo
romano sujeto a tortura, exclamaba dramáticamente: “No me tuerce mi brazo, no
me tuerce mi brazo, se va a romper; se va a romper”; y efectivamente, se
rompió; ya vez que se rompió”, exclamo dramáticamente el esclavo.
No eran expresiones de sufrimiento por el
intenso e insoportable dolor que le causaba, no, no. Eran expresiones del temor
que embargaba su espíritu de perder su brazo, sin lo cual su existencia no
tendría razón de ser; sin el brazo, en su condición de esclavo, ya no era nada;
por eso, el dolor, carecía de sentido para él, que sólo era pasajero, nada más.
Si damos una mirada al pasado personal o de
las personas que están cerca de uno, podemos percatarnos de las veces que
dedicamos horas, días o tal vez meses a
actividades banales o pasajeras, intrascendentes, que en nada favorecen el
éxito, más bien afectan la sobriedad y seriedad del quehacer ocupacional
principal a la que estamos dedicados, como puede suceder con su dedicación a la
educación y formación profesional. Jean Grasset, citado por Aquiles Menéndez,
en su obra Ética Profesional, dice:” El hombre formal tiene su diversión en sus
ocupaciones, el insensato hace de sus diversiones, su ocupación”, así es.
Este pensamiento de Grasset, es fácil
comprobar en la realidad. Al incursionar en educación o formación profesional,
el alumno o alumna, ha de hacer de sus estudios una diversión, vivir momentos
gratos y de tranquilidad; eso le permitirá equilibrar su actividad en el tiempo
para un estudio efectivo sin afectar lo sustancial en la vida: nuestra existencia; como se confirma en las
palabras del filósofo francés Jean Guitton en su obra Trabajo Intelectual “No
toleres ni trabajo a medias ni reposo a medias; entrégate todo entero a la
actividad o permanece completamente ocioso”.
Para esta responsabilidad ocupacional, los
estudios, es una necesidad prevenir, creando condiciones necesarias e
imprescindibles para garantizar el éxito.
Esas condiciones requeridas solo es posible con
nuevo espacio para dedicarlo a los estudios, dentro del conjunto de actividades
a la que ya están dedicados.
Urge y precisa reordenar, seleccionar o
modificar los quehaceres ya existentes que la vida depara: sea personal,
familiar, profesional, laboral e incluso actividades banales o intrascendentes, priorizando actividades de
mayor a menor importancia.
El proceso para el nuevo espacio se realiza
haciendo cortes en algunas actividades o eliminando otras: por ejemplo, limitar
su asistencia, si es profesional, visitas o reuniones, intrascendentes o extra
profesionales, cambiar hábitos por otras, según el caso, etc.
Abierto o creado el espacio, dedicarlo a sus
estudios profesionales en concordancia con las nuevas exigencias académicas en
educación asistencia a las tutorías telemáticas y presenciales, revisión de
página web y correos, ejercitarse en base a las ayudas, autoevaluaciones,
modelo de pruebas, enriquecer su saber con los enlaces interesantes y
bibliográficos, preparar sus trabajos académicos, señalar o fijar horas de
estudio o meditación, etc. y preparar,
cuanto mejor, un ambiente adecuado para una eficiente labor de estudio.
Si creado el espacio requerido no se sigue el
proceso o simplemente se actúa sin abrir ese espacio puede presentarse
sobrecarga o cruce de acciones a realizar en el trabajo, y desorden, lo cual
puede generar: frustraciones, momentos de zozobra, angustia o presentar rasgos
de una persona atormentada o gruñona, nada adecuados o agradables para quien
aspira a lo mejor, que pueden derivar, finalmente, en desengaño o desaliento
total.
II.
USO DEL TIEMPO
La estructuración u organización del quehacer
humano en función del tiempo es la base
del éxito; es preciso señalar, sin embargo, que es fácil organizar los quehaceres en el tiempo, lo
difícil cumplirlo. Los griegos de la antigüedad decían: “Hay tres cosas
difíciles en la vida; conservar un secreto, soportar una injuria y uso del
tiempo”, y es verdad, la disciplina en el uso del tiempo, es una necesidad, y
hay que cumplirlo.
De ahí es que, el uso disciplinado y riguroso
del tiempo es una condición insustituible en el estudiante a, eso no solo le asegura el éxito si no que le
previene, incluso, de sentimientos o conductas negativas de orden académico, que
pueden llevarlo a recurrir el uso de medios o actos nada lícitos por la
sobrecarga de obligaciones a cumplir por las dificultades en el uso del tiempo,
durante el proceso evaluativo y se presentan casos, a veces, sorprendentes.
La historia nos recuerda de casos
excepcionales en el uso disciplinado del tiempo; la del filósofo Manuel Kant, a quien puede
calificarse como genio de la puntualidad, sólo el reloj de la catedral de
Konigsberg le ganaba en puntualidad, no solo tenía una excepcional capacidad de
organizar el uso del tiempo sino que realizaba sus actividades con exactitud,
es decir, haciendo todo lo que tenía que hacer en el tiempo previsto.
Se recuerda también a Alejandro magno,
general griego; tenía por costumbre reunir en las mañanas a sus generales para
determinar todo lo que tenían que hacer; por las noches les reunía nuevamente
para informarse de todo lo que habían hecho. En una oportunidad Pemírades, uno
de sus generales, había dejado algo por hacer, y al informar manifestó que lo
hará a la primera hora del día siguiente; Alejandro reaccionó enérgicamente y
le preguntó ¿sabes a que se debe que Alejandro haya conquistado en tan poco
tiempo un inmenso territorio persa?; y Pemírades le contesto a su valor mi
general; no, no, eso es lo que se cree, se debe a que nunca deje para el día
siguiente lo que tenía que hacer hoy dijo Alejandro.
III.
DEL PENSAR Y LA ACCION
Los problemas que se presentan por el mal uso
del tiempo en los quehaceres asignados, en la forma como se ha precisado, se
agudizan con los problemas relacionados con el pensar y hacer.
De modo que a la sentencia “Fácil es
organizar el tiempo para la actividad humana, difícil cumplir”, se agrega ahora
la otra sentencia “Obrar es fácil, pensar es difícil”, y no porque el pensar
sea difícil en sí, sino porque frecuentemente, actuamos indiferentemente o no
damos la debida importancia a la necesidad de pensar.
El drama de estos últimos tiempos es que el
hombre piensa poco o no piensa, sin embargo siempre hace algo.
Lo raro es que, pensamos mucho, sólo luego de
cometer una falla o error, hasta convertir, a veces nuestra vida, en drama
humano. Se pregunta ¿por qué no se pensó antes? Allí está el problema.
El filósofo Martin Heidegger en su obra “Qué
significar pensar”, sentencia con mucha propiedad: “El hombre en lo que lleva
de existencia ha obra demás y pensando de menos. Ni aún ahora, a pesar de que
el mundo da cada vez más que pensar”.
En una época como la de hoy de cambios
rápidos y desarrollo sorprendente del conocimiento llamado por eso, era del
conocimiento, es cuanto más urge pensar. Más nos entusiasma hacer y hacer, y lograr
el éxito, ¡que satisfacción!, cuantas veces con esfuerzo exagerado o
destructivo y maltrato de nuestro ser existente.
Se confirma, pues, eso de: “Obrar
es fácil, pensar difícil”. Cuando se da lectura a las pruebas o exámenes
escritos, puede darse cuenta que algunos alumnos estudian sin pensar, rinden
sus pruebas o exámenes sin pensar y
luego, cuando saben el resultado de sus evaluaciones (08, 09, 10, etc.)
por ejemplo, reclaman o hacen un mensaje, a veces, también sin
pensar.
Y en el estudio, el pensar es una necesidad,
ello permite deducir o inferir, hacer generalizaciones, también precisar
conceptos; con frecuencia pensar lo pensado.
Si bien el pensar en la relación a la acción
siempre está referido a hacer algo práctico, en sentido amplio comprende todo
quehacer u obrar humano, se ha cuando hablamos y escribimos, cuanto mejor, si
estudiamos. Así, en la mayoría de los casos fácil es notar cuando alguien habla
y escribe pensando poco o sin pensar. En el estudio sucede igual, de modo que hacerlo pensando poco o sin
pensar, resulta superficial o vacio.
Confucio, el filósofo chino del siglo VI,
a.c., decía “El estudio sin pensar es vano, el pensar sin estudiar es
peligroso”.
El filósofo Manuel Kant, pensador nato, era
muy imperante o exigente con las personas allegadas a él, “Sapere aude incipe”, Atrévete a pensar,
empieza, decía, cuando veía que hablaban
o hacían algo sin pensar.
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